terça-feira, 25 de janeiro de 2011

ALFREDO BARROSO Agora, armazenar água




"... a Direita identifica sempre sem qualquer dificuldade os seus interesses comuns, pondo de lado as suas divergências, a Esquerda identifica sempre com toda a facilidade as suas divergências, ignorando os seus interesses comuns."
Esquerda desfeita,

direita satisfeita!

Alfredo Barroso *

Há, hoje, uma diferença fundamental, cada vez mais evidente, entre a Direita e a Esquerda: enquanto a Direita identifica sempre sem qualquer dificuldade os seus interesses comuns, pondo de lado as suas divergências, a Esquerda identifica sempre com toda a facilidade as suas divergências, ignorando os seus interesses comuns.

Desde Blair e o «New Labour», e de Schröder e o «Novo Centro», a esquerda social-democrata europeia aderiu aos princípios e métodos do neoliberalismo, em nome da globalização – e deixou de pensar em verdadeiras alternativas políticas, económicas e sociais consistentes e credíveis. Em suma: deitou pela borda fora os princípios básicos da social-democracia genuína, esbatendo quase por completo as diferenças que a separavam da direita.

Em Portugal, a degradação, decadência e deliquescência dessa esquerda social-democrata, representada pelo PS, começou com Guterres e consolidou-se com Sócrates. Claro que a culpa não é só do PS. Mas o socialismo democrático já não vai além da mera retórica.

E agora foi mesmo um ar que lhe deu! Esquerda desfeita, Direita satisfeita!

É cada vez mais evidente que a Esquerda, no seu conjunto, vai ter de armazenar muita água para a longa travessia do deserto que tem pela frente… Como os camelos!
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* Comentador. Antigo chefe da Casa Civil do PR Mário Soares.

sexta-feira, 21 de janeiro de 2011

A cor da Alemanha

As sete eleições estaduais que terão lugar na Alemanha em 2011 condicionarão a atitude anti-europeia da chanceler?
Os sete imbróglios de Merkel

 Cinco eleições em maio e duas em setembro

Wolfgang Silva von Weizsäcker *

Estamos recordados das hesitações alemãs sobre a defesa da Europa (crise grega) no ano passado, que se apontava serem provocadas pelo receio de perder as eleições na Renânia do Norte Vestefália - RNV, o estado mais populoso da República Federal. E assim veio a acontecer: a RNV é entretanto governada por uma coligação entre os social-democratas e os verdes, sem maioria absoluta mas tolerada pela esquerda. Entretanto, há até a hipótese de ali virem a ser convocadas novas eleições, devido a uma disputa em torno de um orçamento retificativo, mas nem por isso melhoraram as perspectivas da coligação chefiada por Ângela Merkel, aliando os democratas-cristãos aos liberais.

Aliás, as perspectivas são péssimas um pouco por toda a Alemanha, traduzindo-se essencialmente numa quebra vertiginosa dos liberais, partido do contestado vice-chanceler e Ministro dos Negócios Estrangeiros, que baixaram de 14,6% nas eleições de 2009 para uma intenção de voto de 4%, percentagem que lhes não dá acesso ao Parlamento Federal, e numa espantosa subida nas intenções de voto nos verdes para os 20%.

Até Maio haverá cinco eleições, começando dia 20 de Fevereiro em Hamburgo, com a anunciada derrota dos partidos da coligação de Merkel; em 20/27 de Março votar-se-á na Sachsen-Anhalt, onde os social-democratas se deverão reforçar, na Renânia Palatinado, onde devem continuar a governar, e no importante e rico Baden-Würtemberg, onde os contrutores de mercedes e porches estão a pensar em fazer história, ao darem o maior número de votos aos verdes (!) que poderiam coligar-se com os social-democratas, o que só por si tornaria irrelevantes as eleições em Maio na pequena cidade-estado de Bremen, já governada pela dita coligação. Em Setembro, finalmente, haverá mais duas eleições, em Meckenburg-Vorpommern e Berlim, sendo o principal motivo de interesse a possibilidade de, também aqui, os verdes poderem passar a partido mais votado.

Mesmo que Merkel ainda esteja a persistir na atitude política do ano passado, perdido o Baden-Würtemberg de nada lhe adiantaria manter o oportunismo europeu que tem prosseguido. Até pode acontecer que os eleitores alemães comecem a entender que não estão a pagar a crise do euro, porra nenhuma, mas, pelo contrário, a crise não tem impedido o aumento do PIB e das exportações, a diminuição do desemprego, a melhoria dos salários e do consumo - finalmente - e toda a gente lhes vai ficar a dever o dinheiro do apoio ao euro e à Europa.

Que mais quererá uma sociedade tão crescida que se pode permitir um governo fracote e ainda ganhar com o apoio aos outros?

* Politólogo luso-alemão

quarta-feira, 19 de janeiro de 2011

Tunísia, há que aprender

COM A DEVIDA VÉNIA Transcrito de Democracia del siglo XXI
"Ben Ali estaba asimismo debilitado por las presiones de Estados Unidos, que se ha implicado a fondo en su derrota, en primer lugar, porque ha visto una posible manera de hacer realidad su proyecto de democratización “suave” (no como Bush en Irak) en el mundo árabe; y en segundo, porque era una forma de debilitar a Francia en el Magreb. En cuanto a Francia, ha hecho gala de una ceguera que supera cualquier medida al apoyar a Ben Ali y ofrecerse, días antes de su desaparición, ¡para “formar” a su policía! Un fracaso diplomático que pagará muy caro.

La lección de Túnez

Sami Nair *

Túnez acaba de vivir una doble revuelta que aún no constituye una revolución. Una revuelta popular y una revuelta de palacio en el entorno del presidente Ben Ali. La revuelta en la calle comenzó hace cuatro semanas cuando un joven de 23 años, Mohammed Bouazizi, se inmoló en Sidi Bouzid para expresar su desesperación ante las injusticias; ello provocó una ola de indignación que se transformó en una marea de protestas. Sobre todo desde que comenzó el siglo, la situación social es desastrosa para los más pobres.

El poder de Ben Ali se apoyaba en tres fuerzas centrales. Una, las clases medias, relativamente integradas, han visto cómo su situación se degradaba. En los últimos años, el poder cambió de base, se fundió con los círculos de especuladores y se hundió en una corrupción familiar de tipo mafioso. La mujer del presidente y su familia, los Trabelsi, se adueñaron de todo lo que valía algo y no dudaron en “extorsionar” a otros para apoderarse de sus negocios, con la aprobación del presidente.

El poder también se apoyaba en un aparato de dominación formado por los dirigentes y militantes del RCD, el partido oficialista, que controlaba todos los engranajes y la corrupción en el país. Una especie de milicia con la impunidad garantizada, que vigilaba a la población e imponía un clima de delación que a menudo derivaba en cárcel y torturas.

Por último, la policía y la guardia nacional (la gendarmería), que Ben Ali, ex ministro del Interior, tenía en sus manos. En los últimos 23 años el Ejército se fue debilitando porque Ben Ali siempre le tuvo miedo. Túnez, vista la experiencia de los golpes de Estado militares en otros países africanos, quiso tener un ejército que no fuera muy poderoso y, en cambio, dio prioridad a la policía y la guardia nacional, que se convirtieron en el principal instrumento de represión. De hecho, la policía, junto con una parte de las milicias del RCD, y con su utilización de grupos de saqueadores, está en el origen de la destrucción y los asesinatos de estos últimos días.

Lo que ha hecho que hubiera un vuelco es un fenómeno mental colectivo extraordinariamente poderoso: la desaparición del miedo. ¿Por qué? Por muchas razones, pero sobre todo porque el poder no supo cómo reaccionar ante la inmolación del joven Bouazizi. Con su visita a la familia del mártir, el presidente se puso personalmente en primera línea; al ofrecer dinero a los padres por la muerte del joven, añadió la humillación. Si quería mostrar que era capaz de sentir compasión, lo que demostró Ben Ali fue que tenía miedo. A partir de ese momento, el miedo cambió de bando. Ben Ali destituyó a ministros, hizo mil promesas, pero nada podía detener ya la rebelión de la calle, que había comprendido que el Estado no era tan fuerte como parecía. Cada víctima de la represión hizo crecer las protestas. En 23 días, los tunecinos acabaron con 23 años de dictadura.

Dentro del régimen, el Ejército se ha vengado de la policía. Esta se ha mostrado incapaz de ejercer la represión por dos motivos fundamentales: por una parte, el sindicato Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), sobre todo los mandos intermedios regionales y federales, se negaron a obedecer al poder, se pusieron del lado del pueblo y contribuyeron a agitar las demandas sociales; por otra, un sector importante de los oficiales generales, respaldados por los soldados en activo que en repetidas ocasiones se negaron a abrir fuego sobre los manifestantes, dejó muy claro a Ben Ali que ya no estaban con él. De esa forma, no le dejaron más que una salida: huir.

Ben Ali estaba asimismo debilitado por las presiones de Estados Unidos, que se ha implicado a fondo en su derrota, en primer lugar, porque ha visto una posible manera de hacer realidad su proyecto de democratización “suave” (no como Bush en Irak) en el mundo árabe; y en segundo, porque era una forma de debilitar a Francia en el Magreb. En cuanto a Francia, ha hecho gala de una ceguera que supera cualquier medida al apoyar a Ben Ali y ofrecerse, días antes de su desaparición, ¡para “formar” a su policía! Un fracaso diplomático que pagará muy caro.

La oposición, ya sea oficial o ilegal, no ha desempeñado ningún papel. Como tampoco se ha visto, en las manifestaciones, una sola bandera verde, símbolo del islam. Pero eso no puede durar. Con Ben Ali fuera, le ha sustituido el primer ministro, Mohamed Ghanuchi. Y ahí empiezan las dificultades. Los partidarios de Ben Ali temen la venganza popular, así que han emprendido una política de tierra quemada, sobre todo en los barrios burgueses y acomodados, con el fin de aterrorizar a sus habitantes y romper la alianza entre esas capas y el pueblo. En los últimos días ha habido decenas de muertos en Túnez. Se está instalando un estado de caos que favorece al poder interino actual: el nuevo presidente ha prometido convocar elecciones en el plazo de seis meses, un periodo muy largo que permite presagiar manipulaciones peligrosas.

Las perspectivas para el futuro más próximo son meras hipótesis mientras no se reorganice la policía y mientras el Ejército no se pronuncie con claridad en favor del orden republicano. Además, será necesario meter en cintura a las milicias del RCD, formadas por elementos desclasados para los que la pertenencia al partido era el principal método de ascenso social.

La primera hipótesis es que el nuevo poder consiga restablecer enseguida el orden y organizar una Conferencia Nacional en la que estén representados todos los miembros de la oposición, con un programa de transición política que deberá desembocar en la instauración de una auténtica democracia republicana (nueva Constitución, elecciones legislativas, municipales, etcétera). A esta solución se oponen los restos del aparato dictatorial de Ben Ali (policía, burocracia, etcétera), los restos del RCD y el nuevo poder, que tendrá que rendir cuentas de su pertenencia al sistema derrocado.

La segunda hipótesis es un acuerdo entre todas las fuerzas de la oposición oficial, la integración de los partidos de oposición ilegales y la creación de un consenso sobre un programa mínimo para instaurar un sistema de transición que correría el peligro de tener una duración indefinida. En resumen, una especie de cambio dentro de la continuidad, porque se mantendría el régimen actual. Los factores en contra de esta hipótesis son la impaciencia y la cólera del pueblo, que quiere acabar con estos 23 años de dictadura.

Por último, una tercera hipótesis, que también es posible: Ben Ali preparaba, en los últimos años, una sucesión “neoislamista” encarnada en un miembro de su familia, hombre de negocios y creyente al parecer devoto; el Estado, sin tocar las bases laicas del “bourguibismo”, iba islamizándose poco a poco; los programas religiosos invadían las pantallas y daba la impresión de que se estaba cociendo una confesionalización del poder, con el único objetivo de pervertir unas reivindicaciones sociales dotadas cada vez de más dureza y presión. El poder actual puede muy bien retomar esta estrategia e intentar establecer un régimen basado en un islamismo conservador cuya utilidad es evidente: así controlaría las reivindicaciones populares y se apoyaría en los grupos sociales más sensibles a esta retórica; llevaría de nuevo a las clases medias a su terreno, al presentarse como garante del mantenimiento de la seguridad, y tranquilizaría a los vecinos, desde Marruecos hasta Egipto, pasando por Argelia y Libia, que ya sufren este tipo de situación y ven con muy malos ojos el ejemplo tunecino.

No se puede excluir tampoco una mezcla de las tres opciones, que solo serviría para aplazar las decisiones institucionales que debe tomar Túnez. Lo que es innegable es que los tunecinos afrontan hoy una transición hacia una revolución democrática y republicana, y eso es lo más difícil. Porque el movimiento callejero no posee ni dirección reconocida ni programa.

Se abre una nueva etapa. Los tunecinos han demostrado, con una fuerza y una dignidad enormes, que siempre se puede vencer a la opresión. También han conseguido, quizá, que el mundo árabe entre a formar parte de la misma historia que los pueblos de Latinoamérica y los países de Europa del Este en el siglo pasado, cuando conquistaron su derecho a la libertad de expresión a costa de grandes sacrificios humanos. Y esa lección es inmensa.

*Sami Naïr es profesor invitado de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

sábado, 15 de janeiro de 2011

COM A DEVIDA VÉNIA. Alfredo Barroso: os poderes do Presidente

Os poderes do PR definem-se na prática política. Mas, a amplitude desses poderes depende do tipo de maioria parlamentar que apoia o Governo. Esses poderes serão mais amplos se a maioria parlamentar for relativa; menos amplos se a maioria parlamentar for absoluta mas pluripartidária; e mais restritos se a maioria parlamentar for absoluta e monopartidária. (...) O importante é que o Presidente da República adopte sempre, em todas as circunstâncias, «uma posição suprapartidária e equidistante em relação aos partidos políticos, no exercício das suas funções»

De experiência própria

Comentários
ao livro de André Freire e António Costa Pinto
 sobre "O Poder Presidencial em Portugal"

Alfredo Barroso *

1

Começo por esclarecer que não tenho qualificações académicas que me habilitem a debater os temas abordados neste livro do André Freire e do António Costa Pinto, sobre «O Poder Presidencial em Portugal», do ponto de vista da teoria constitucional ou da ciência política.

Li o livro pela primeira vez em Dezembro passado. E li-o novamente quando a Fundação Res Publica teve a amabilidade de me convidar, há quinze dias, para vir aqui à Livraria Almedina tecer alguns comentários sobre ele, na presença dos autores, aos quais peço, desde já, a maior benevolência «académica».

Já tinha lido, aliás, há cinco anos, o livro dos mesmos autores sobre «O Poder dos Presidentes», primeira versão deste livro agora publicado, que é mais desenvolvido e actualizado, designadamente com uma análise dos cinco anos de mandato do actual PR, Aníbal Cavaco Silva.

Considero o livro excelente sob vários pontos de vista. A resenha histórica é bastante boa. A enumeração dos antecedentes próximos e longínquos que determinaram a adopção do sistema semipresidencial pela Assembleia Constituinte é muito esclarecedora. A análise da evolução do sistema desde 1976 é excelente. A exposição dos diversos pontos de vista teóricos sobre a natureza e a classificação do sistema semipresidencial é utilíssima – porque o semipresidencialismo é, de facto, um mundo de subtilezas e nuances, que faz as delícias dos especialistas.

2

Neste convite que me dirigiram pesou, evidentemente, a minha experiência de dez anos como chefe da Casa Civil do PR Mário Soares – que foi, aliás, o primeiro Presidente da República civil eleito por sufrágio directo em Portugal. Quer Sidónio Pais (1917) quer Ramalho Eanes (1976) eram militares, e os plebiscitos organizados durante o Estado Novo não contam, porque foram meras farsas eleitorais.

Também terá pesado o facto de eu ter escrito, em 1987, com a colaboração de José Vicente de Bragança, um pequeno ensaio sobre «O Presidente da Republica: função e poderes» - publicado pela Revista de Estúdios Políticos de Madrid e pelo Instituto de Ciências Sociais da Universidade de Lisboa - e que alguns autores, como os que estão aqui ao meu lado, fazem o favor de continuar a citar nas suas bibliografias.

3

Devo ainda referir a minha experiência de três anos - entre 1983 e 1985 - como Secretário de Estado da Presidência do Conselho de Ministros do IX Governo Constitucional (o famoso governo do «bloco central»), em que fui, por inerência do cargo, o interlocutor do chefe da Casa Civil do PR Ramalho Eanes, que nessa altura era o dr. Caldeira Guimarães.

(Curiosamente, dizia-se que o dr. Caldeira Guimarães e eu éramos fisionomicamente muito parecidos, pelo menos nas fotos dos jornais, o que se prestou a alguns equívocos. Vários amigos confundiam-me com ele, e perguntavam o que é que eu estava ali a fazer, nas fotos dos jornais, ao lado ou atrás do então Presidente Ramalho Eanes - e logo eu que era um feroz crítico do general...).

Isto, para dizer que tive, efectivamente, a experiência dos dois lados da relação institucional, quase quotidiana, que naturalmente se estabelece entre a Presidência da República e o Governo.

Vários procedimentos foram sendo alterados desde então. Um deles, muito relevante: a Presidência da República passou a dispor de autonomia administrativa e financeira, a partir do primeiro mandato do Presidente Jorge Sampaio (beneficiando das maiorias coincidentes que então existiam, em Belém e S. Bento). O que não foi de somenos importância para garantir uma efectiva separação de poderes entre os dois órgãos de soberania.

4

Dito isto – e para servir de mote aos comentários que vou fazer a seguir – escolhi uma frase que foi proferida por um político francês muito conhecido, Jacques Chaban-Delmas, depois de ter sido Primeiro-Ministro, e que passo a citar:

«Tout ce qui va mal est la faute du Premier ministre; tout ce qui va bien découle de l’action du President».

Para aqueles que não simpatizam com o Francês e preferem o Inglês, traduzo para Português:

«Tudo o que vai mal é culpa do Primeiro-Ministro; tudo o que vai bem decorre da acção do Presidente».

(Convém dizer que Chaban-Delmas era um político gaullista. Foi presidente do Conselho Nacional da Resistência durante a II Guerra Mundial. Foi «Maire» de Bordéus durante quase meio século. Foi Presidente da Assembleia Nacional por três vezes. Foi Primeiro-Ministro entre 1969 e 1972, durante o mandato do Presidente Georges Pompidou. E foi ainda, em 1974, candidato a Presidente da República, mal sucedido e alvo de uma campanha ignóbil).

Com aquela frase, Chaban-Delmas estava a chamar a atenção para dois aspectos do bicefalismo que caracteriza o sistema de governo francês sob a V República:

– por um lado, o «dualismo PR-PM» (partilham entre si o poder executivo, ao contrário do que acontece em Portugal), que permite ao Presidente guardar uma certa distância em relação aos assuntos quotidianos da governação;

– por outro lado, há um «mecanismo de diluição aparente das decisões» (a expressão é de Maurice Duverger), que funciona do ponto de vista da opinião pública, e que favorece indubitavelmente o Presidente.

(Abro aqui mais um parêntesis para dizer que, em minha opinião, o semipresidencialismo francês tem balançado entre:

– um «sistema parlamentar com dominância presidencial», quer quando existe convergência entre as maiorias parlamentar e presidencial, quer quando tem de haver coabitação entre maiorias opostas;

– e uma espécie de «presidencialismo atenuado», como acontece agora com a presidência de Nicholas Sarkozy – em que se verifica, não apenas convergência de maiorias, mas também total sujeição do Primeiro-Ministro e dos Ministros à vontade do PR, ao ponto de todos eles agirem praticamente do mesmo modo que os Secretários de Estado do Presidente dos EU).

5

Fui buscar a frase de Chaban-Delmas (também citada, aliás, por Maurice Duverger num texto de 1986), porque me parece que ela se adequa ao «caso» português, porventura ainda melhor do que ao «caso» francês.

De facto, os Presidentes da República portugueses, na vigência da Constituição de 1976, e do sistema semipresidencial, gozam, digamos assim, de uma espécie de imunidade, ou mesmo, impunidade política – que fazem com que a opinião pública os absolva, por mais crassos que sejam os erros políticos que eles cometam.

Dois exemplos demonstram claramente esta afirmação:

- Primeiro: durante os quatro anos e meio do seu primeiro mandato, o Presidente Eanes foi um factor de instabilidade permanente – demitiu um PM; nomeou três Governos de «iniciativa presidencial»; dissolveu a AR uma vez; convocou eleições legislativas duas vezes; deu posse a nada menos do que sete Governos – e nem por isso deixou de ser reeleito por uma maioria diferente daquela que o tinha apoiado da 1ª vez;

- Segundo: durante o mandato do actual PR, o «caso das escutas belenenses» (como eu lhe chamo), no Verão de 2009: baseado em suspeitas graves e completamente infundadas, deu origem à comunicação ao País mais patética que eu já vi um PR fazer em democracia - mas o certo é que, depois de uma quebra significativa nas sondagens, durante três ou quatro semanas, Cavaco Silva recuperou rapidamente a popularidade, e a opinião pública esqueceu-se completamente do «caso».

6

A frase de Chaban-Delmas aplica-se, aliás, como uma luva ao caso concreto do actual Presidente, Cavaco Silva.

De facto, ao ouvi-lo falar, parece que tudo o que vai mal neste País é culpa do Governo, e o pouco que vai bem deve-se ao facto do Governo ter seguido os avisos e conselhos do Presidente.

Cavaco Silva não se cansa de dizer que, se o Governo lhe tivesse dado ouvidos, o País não estaria no estado em que está – diluindo assim, perante a opinião pública, toda e qualquer responsabilidade política pela actual situação de crise.

(Estou mesmo em crer que, se o resto do Mundo tivesse dado ouvidos ao nosso Presidente, nem sequer teria eclodido a gravíssima crise global em que estamos mergulhados).

7

Há, aliás, um aspecto muito curioso, salientado neste livro por André Freire e António Costa Pinto, que não vou deixar passar em claro.

Os autores sublinham, na página 107: que Cavaco Silva só utilizou «o veto político face a diplomas da Assembleia da República»; e que «as divergências políticas de Cavaco Silva face à maioria parlamentar (expressas através dos vetos) foram apenas nas áreas socioculturais e morais (estilos de vida, «novos temas»: paridade, divórcio, uniões de facto) e nas questões institucionais (Estatuto Político Administrativo dos Açores, etc.), deixando de fora os temas socioeconómicos (que estão no âmago da divisão entre esquerda e direita)».

E mais adiante, na página 114, repetem a dose: «(…) pelo menos tanto quanto é possível inferir do exercício dos poderes de veto», Cavaco Silva «não terá divergido muito da maioria das orientações da maioria parlamentar (do PS) em questões socioeconómicas (o âmago da divisão esquerda-direita)».

8

Ora bem. Tanto quanto me lembro, o candidato Cavaco Silva baseou o essencial da sua campanha eleitoral, há cinco anos, no facto de ser um reputado especialista em Economia e Finanças.

Os seus conhecimentos e as suas competências nessas áreas, seriam a garantia de que o País nunca resvalaria para uma situação de crise maior do que aquela que já enfrentava nessa altura – por causa das políticas de rigor destinadas a reduzir o défice que o Governo de Sócrates herdara dos dois Governos PSD-CDS, chefiados por Durão Barroso e por Santana Lopes.

Foi isto que me pareceu, se a memória não me atraiçoa. Mas, pelos vistos, não foi que aconteceu!

9

André Freire e António Costa Pinto atribuem este comportamento do PR a dois factores: «primeiro, (a) uma significativa inflexão do PS para o centro do centro»; «segundo, (a) um certo centrismo ideológico do Presidente Cavaco em questões socioeconómicas».

Ora, o «centro do centro» é aquilo a que Maurice Duverger chamou o «juste milieu». E, pelos vistos, ele tinha razão quando escreveu, há mais de 40 anos, que «o centrismo favorece a direita».

Vale a pena citar o que ele escreveu no livro «La democratie sans le peuple», publicado em 1967:

«O centrismo favorece a direita. Aparentemente, as coligações do ‘juste milieu’ são dominadas ora pelo centro-direita, ora pelo centro-esquerda, seguindo uma oscilação de fraca amplitude. (…). Estas aparências mascaram uma realidade completamente diferente. Por trás da ilusão de um movimento pendular, o centro-direita domina quase sempre. (…). Em vez de implicar uma transformação lenta mas regular da ordem existente, a conjunção dos centros desemboca no imobilismo, isto é no triunfo da direita».

10

Maurice Duverger também comenta, no mesmo livro, a tendência para «uma esquerdização do vocabulário político», nos seguintes – e bem curiosos – termos:

«O centro quer chamar-se esquerda, a direita quer chamar-se centro, e ninguém quer chamar-se direita».

Também esta afirmação se aplica como uma luva aquilo que se tem passado em Portugal desde 1976.

11

Regressando à actualidade, estamos agora a assistir a um remake da campanha presidencial de Cavaco Silva há cinco anos:

- lá vemos, outra vez, o providencial especialista em Economia e Finanças, que se apresenta como o único candidato capaz de impedir o agravamento da crise (mesmo se é evidente que não o conseguiu durante os últimos cinco anos);

- lá vemos, outra vez, os dois partidos políticos de direita (CDS-PP e PPD-PSD), tal como as confederações patronais, os grandes empresários e vários membros do think tank de direita Compromisso Portugal, a apoiar o grande especialista em Economia e Finanças (que não gosta nada de ouvir criticar os mercados, isto é: as agências de rating; os bancos estrangeiros; as empresas seguradoras; os traders; os gestores; os hedge funds; os fundos especulativos).

- lá vemos, outra vez, órgãos de comunicação social dominados pelo poder económico a «levar ao colo» o candidato da direita, a desqualificar sempre que podem o único candidato de esquerda capaz de fazer frente a Cavaco, e a louvar hipocritamente os candidatos inóquos que podem causar estragos a Manuel Alegre.

12

Toda a direita que apoia Cavaco aposta na dissolução da Assembleia da República, se ele for reeleito, quando chegar o momento oportuno. Sobre esta questão, alguns dos seus apoiantes são mais discretos, outros mais precipitados e inoportunos (como é o caso do dr. Passos Coelho, cuja incontinência verbal é evidente).

(Abro aqui mais um parêntesis para falar da «arma absoluta». É costume recorrer à metáfora da bomba atómica, quando se fala no poder que tem o PR de dissolver o Parlamento. Eu acho que não é a metáfora adequada, porque uma bomba atómica arrasa tudo: os homens – neste caso os Deputados - e os edifícios - neste caso a Assembleia da República - e não é esse o objectivo da dissolução. Seria mais apropriado recorrer à bomba de neutrões, que é uma bomba que arrasa os homens, mas deixa incólumes os edifícios – que é o que se pretende com a dissolução do Parlamento. Mas reconheço que quase ninguém sabe o que é uma bomba de neutrões, e que a expressão ‘bomba atómica’ se tornou popular e já está consagrada na nossa gíria política).

13

À luz da Constituição em vigor – e no sistema semipresidencial que ela consagra – o PR não tem os poderes que o candidato Cavaco Silva aparentemente lhe atribui durante as campanhas eleitorais – e que, depois, quando está em Belém como PR, passa o tempo a dizer que não tem, para justificar o incumprimento das suas promessas eleitorais.

Mas o PR tem, de facto, um poder de influência ainda mais amplo do que aquele que resulta do exercício dos poderes formais que a Constituição lhe atribui – e que também são muito importantes: o poder de dissolução, o poder de fiscalização e o direito de veto, o poder de demitir o Governo «quando tal se torne necessário para assegurar o regular funcionamento das instituições democráticas» (até hoje nunca exercido).

É verdade que o PR não exerce qualquer poder executivo (que cabe exclusivamente ao Governo), nem dispõe de poder legislativo (que cabe à AR e ao Governo). Mas a sua legitimidade democrática directa, o facto de ser um órgão de soberania unipessoal, e a possibilidade que tem de se exprimir publicamente perante o País, a todo o tempo e sem intermediários (através de entrevistas, discursos e de mensagens), fazem com que o PR seja, desde logo, um elemento essencial de equilíbrio do sistema político-constitucional português, e deva exercer uma magistratura de influência, baseada no poder moderador, fiscalizador e arbitral que detém.

14

Tudo isto que acabo de referir acentua a importância que têm a personalidade e o estilo de actuação política de quem é eleito para o cargo: seja na configuração do órgão Presidente da República; seja na conjugação dos seus poderes formais e materiais; seja na interpretação que faz dos limites da função presidencial.

O Presidente da República pode exercer, de facto, em Portugal, uma magistratura de influência, designadamente através da sua capacidade de comunicação e de contacto directo com os portugueses, transformando-a, assim, num instrumento de actuação tão importante e tão relevante como o conjunto de poderes jurídico-constitucionais que a Constituição lhe atribui.

Reside aqui, aliás, um dos factores de risco do sistema, na medida em que um Presidente venha a interpretar a sua função como o exercício de um contrapoder, em oposição à maioria que governa o País – e não na perspectiva da lealdade e cooperação institucionais que devem existir entre o PR e o Parlamento, e, sobretudo, entre o PR e o Governo, tendo em conta a necessidade de garantir – e de contribuir para – «o regular funcionamento das instituições democráticas».

15

Como salientam os autores deste livro, os poderes do PR definem-se na prática política. Mas, a amplitude desses poderes depende do tipo de maioria parlamentar que apoia o Governo. Esses poderes serão mais amplos se a maioria parlamentar for relativa; menos amplos se a maioria parlamentar for absoluta mas pluripartidária; e mais restritos se a maioria parlamentar for absoluta e monopartidária.

Parece-me, por isso mesmo, bastante adequada a classificação do nosso sistema de governo semipresidencial como um «sistema parlamentar com correctivo presidencial», tendo em conta: os poderes jurídico-constitucionais definidos pela Constituição; a conjugação entre poderes formais e poderes materiais; a interpretação e a utilização que deles faça cada Presidente; e o tipo de maioria parlamentar que apoie o Governo.

16

Só mais uma observação. A expressão «correctivo presidencial» pode prestar-se a interpretações perversas. Porque não se trata de dar palmatoadas em adversários políticos mal comportados que porventura desagradem ao Presidente. Trata-se, isso sim, de garantir o equilíbrio do sistema corrigindo os excessos – por exemplo, das maiorias absolutas – e os impasses que possam verificar-se no seu funcionamento – por exemplo, na ausência de maiorias parlamentares estáveis e coerentes.

Esse «correctivo presidencial» pode, evidentemente, chegar até à dissolução da AR, ou, em casos raros, à demissão do Governo («quando tal se torne necessário para assegurar o regular funcionamento das instituições democráticas»), mas, em ambos os casos, depois de «ouvido o Conselho de Estado».

Mas, o importante é que o Presidente da República adopte sempre, em todas as circunstâncias, «uma posição suprapartidária e equidistante em relação aos partidos políticos, no exercício das suas funções».

17

Em conclusão: continuo a ser um adepto do sistema de governo consagrado na Constituição de 1976, com a revisão que foi realizada em 1982.

Este «sistema «semipresidencial», ou «sistema misto parlamentar-presidencial», ou «sistema parlamentar com correctivo presidencial» – para utilizar as classificações mais frequentes adoptadas pelos especialistas – é bastante flexível e suficientemente elástico para acolher várias soluções governativas. De um modo geral, tem possibilitado uma evolução positiva do nosso regime democrático, no sentido de uma estabilidade política cada vez maior dos Executivos.

Há excepções, evidentemente. E estaremos, porventura, a viver uma delas neste momento. Veremos como tudo vai evoluir.

Lisboa, 13 de Janeiro de 2011
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*Comentador. Antigo chefe da Casa Civil do PR Mário Soares. Intervenção feita na Livraria Almedina (Saldanha) a 13 de Janeiro de 2011.